Como cada año nuevo, celebramos la llegada de un ciclo naciente que nos brinda la oportunidad de empezar de cero. Para buscar mayor felicidad, para ganar más en el terreno económico y para algunos, es la oportunidad de reivindicarse en el amor.
Usualmente después de cada fracaso sentimental, nos inquieren la misma o las mismas frases de siempre: “ya llegará alguien para ti”, “ya encontrarás a alguien especial”. Sin embargo, el problema principal no es que llegue alguien destinado a nosotros, el meollo del asunto es lo que les comparto a continuación:
Vamos a conocer personas cada año, los 365 días durante lo que nos reste de vida, pero entre todo esa multitud muy pocas van a tener relevancia suficiente como para causar algún tipo de impacto en nuestra rutina personal, muchas simplemente van a arribar y eso es todo. Es lo típico.
Y cuando nos encontremos con alguien que acapare nuestra atención, de inicio no tendrá la más remota idea de que existimos, no tendrán noción de lo especiales que somos ni tampoco que ellos son especiales para nosotros. Se darán cuenta cuando nos conozcan y eso lo harán cuando entiendan la tesis del conflicto principal.
No resulta gran dificultad el vaivén de la gente, EL VERDADERO PROBLEMA ES QUE SE QUEDEN. Que se mantengan a nuestro lado a pesar de la mar de problemas que nos aflijan, que tengan la suficiente astucia para negarse a dar marcha atrás en los momentos menos indicados, que no se intimiden ante la idea de abrirse a nosotros, que nos permitan entrar y mirar quiénes son, si lo permiten, probablemente las dichosas frases de ánimo y/o compasión cobren alguna clase de sentido, pero sin estas cláusulas cumplidas son francamente inútiles.
¿Cómo entonces podrían ser especiales si no nos dan la oportunidad de abrirnos camino? De brindarnos la atención que otros se negaron a darnos en el pasado ¿Qué cambiaría con respecto a nuestras relaciones anteriores? Absolutamente nada. No estaríamos haciendo otra cosa que repitiendo el mismo ciclo de hace un año o del año anterior a ese, porque evidentemente este año debe ser diferente, debemos evitar caer en los mismos errores y uno de los que cometemos al momento de la champaña y las uvas es pensar que sólo basta con que llegue alguien y ya está. Será esa la trampa, la triquiñuela del destino, en enviarnos lo que pedimos pero con la caducidad correspondiente.
Así que este año, y con la suerte de los doce deseos, tenemos el chance de cambiar de parecer y en lugar de pedir que alguien especial llegue, podemos pedir que se quede, que no se vuelva otro “pasante” más de la vida y aporte algo bueno a la nuestra. Y de ser el caso, nos corresponde a nosotros no marcharnos.
Por Gustavo Montero
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