Dicen que las relaciones son monógamas; eso creía, eso soñaba, eso tuve y eso perdí. Lo perdí cuando los conocí a ambos, perdí el deseo de solo estar con uno de ellos sabiendo que podía tenerlos a los dos.
Al principio no fue fácil, ni justo; ni siquiera podía imaginarme estar con los dos al mismo tiempo, ni ellos tampoco. Pero se los dije, lo sabían; siempre supieron que ambos existían y que no podía decidirme solo por uno y dejar ir al otro. De hecho, quise alejarme; me marché un tiempo, me encerré en mi lamento al no saber por quién apostarlo todo. Simplemente no tenía el deseo de dejar ir a quien también movía mi mundo como el otro. Pero un buen día, uno de ellos me buscó y me encontró, me citó en un sitio sin saber que ahí estaríamos juntos esperándome.
Estaban dispuestos a intentar estar conmigo sin tener que competir entre ellos, seguros de no querer perderme, sabiendo que podían intentar algo que, aunque nunca habían hecho, era justo lo que los mantendría a mi lado.
—¿Están locos? Me expresé en silencio al mirarlos, pero entonces se acercaron, me abrazaron, y la historia comenzó desde ese instante. Aunque muchos no lo crean, éramos felices los tres. Con uno me mecía entre sus brazos y fundía mis labios con un beso, mientras que el otro me hacía suyo, contemplándome extasiar entre gemidos de placer. Todo era intenso; sí que lo fue, era una relación de tres en la que el cuarto era perfecto entre la pasión y las paredes, entre el amor y los placeres.
Amaba sentirme vivo de esa forma; amaba que fueran ellos y nadie más. La vida tenía sentido no por la misma experiencia, sino por sentirlo todo de formas distintas por ellos, por los dos, por mí siendo de él y de él también. ¡Oh Dios! Sí que los besos sabían más de la cuenta; era, si pudiera describirlo, palparlo todo con el cuerpo, pero explorarlo más allá de mi alma. Era luz, era energía, era fusión y más que armonía. Estar ahí, allá, estar con ellos al mismo tiempo era extraordinario; todo se multiplicaba y sabía bien y deseaba más. Lo era porque ambos también lo sentían; sentían ese amor individual hacia mí, y de mí hacia ellos, sentían que siendo tres fusionándonos en uno era parte de algo más grande que el mismo sexo.
Sí, así fue y fue espectacular, así sucedió hasta que no duró más…
¡Lo sé! A veces lo bueno no dura mucho, y aunque vaya que lo disfruté tanto, la verdad es que empapado en sudor, podría jurar que aún siento su esencia al despertar de ese sueño. Un sueño que nunca se hará realidad, pero que al ser solo eso, sucedió de verdad en otro lugar, en otro momento, tal vez en otro plano o en otra vida, pero pasó porque siento que aún los llevo en mis adentros…
¡Y es maravilloso!
Por Oswell Reza
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