Tu ausencia, mi llanto y mi agonía.
Desde tu partida, solo hay caos en mi vida, y no entiendo por qué. Siendo más fuerte que tú, me volví más débil por haberte amado. Es decir, el amor rompe toda barrera, pero tú rompiste mis muros.
Es difícil pensar que debo volver a caminar solo el camino que me toca. No se supone que debería arderme hasta el alma, ya que antes de ti estaba acostumbrado a caminar con mi soledad y mi fortaleza, sin depender de nadie más. Esto no solo arde, esto quema, esto consume, y casi me mata.
He aprendido a disfrazar mi dolor durante el día con una sonrisa falsa para no volverme loco, pero al llegar las noches, todo explota de nuevo. Siento en mi cuerpo mil cristales enterrándose en la piel, siento en mi alma la extinción de una parte de mí que no pensé que una persona heriría.
¿Por qué? De hecho, esa no es la pregunta que te haría si estuvieras aquí, sino ¿cómo? ¿Cómo hiciste para entrar en lo más profundo siendo un témpano de hielo para después derretirme entre tus besos, abrazos y caricias? ¿Cómo es que, después de decirme y demostrarme que me amabas un día, simplemente te quebraste, te aburriste y te marchaste? ¿Fue acaso que ya no te gustó el ser que era sin tantos contras? ¿Te inquietó ver que mis ojos brillaban al verte?
Ojalá pudiera saber lo que pasó, no para recuperarte a ti, sino para recuperarme a mí, para volver a ser quien era antes de que, estúpidamente, me involucrara contigo, con tu sombra que en la oscuridad ya no existía. Ojalá tuviera la fuerza suficiente de ser mis propias palabras cuando decía que “cuando un amor se va, lo importante no es el dolor de su partida sino la alegría de un nuevo atardecer”. Sí, uno de esos que va acompañado de un buen vino, una hamaca frente al mar, una sonrisa a la vida y un brindis por la propia existencia. ¡Ojalá!…
Pero no puedo, no me nace. Te extraño y, por más que lo intento, no logro avanzar. Me estanco, me acongojo, me sumerjo en la tristeza de mi lamento que lucha contra quien fui, quien soy y quien no sé quién seré.
Y no sé hasta cuándo estaré bien, pero sé que pasará. No sé cuándo dejaré de amarte porque lo intento, trato de odiarte y sí, lo hago. Te odio por haber jugado conmigo, pero te compadezco porque también lo hice yo. Me odio porque perdí y te odio porque ganaste. Nos odio porque nunca seguimos las reglas, pero te odio más porque hiciste trampa ganando tu libertad.
Así que disfrútala, porque te aseguro que no durará, maldito hijo de puta.
Por Oswell Reza
UA/2